Friday, January 18, 2013

Consideraciones para promover la Cultura Vocacional



Este artículo tiene la finalidad de apoyar la reflexión y las acciones de todo aquel que tenga la misión o la responsabilidad de promover la cultura vocacional ahí en el entorno en el que se encuentra. Espero que sea una ayuda que apoye en verdad dicho trabajo, confiando en que no llegue a ser un estorbo. Gracias por visitar este espacio. 


A partir de las visitas que he tenido oportunidad de hacer a diferentes grupos vocacionales, así como escuchar las voces de otros jóvenes que no pertenecen a estos grupos y que sin embargo, están con una inquietud vocacional, descubro hoy en día, que el modo de dar el mensaje sobre nuestra vocación consagrada, es muy desafiante, por ello sugiero algunas consideraciones, que si bien no son las únicas, me parece que pueden ser una buena ayuda y orientación.

De modo inicial, nos debe de quedar claro, lo que queremos promover cuando hablamos de cultura vocacional, es por ello, conveniente recordar, lo que el Beato Juan Pablo II expresó al respecto, para darle fundamento:

Deseo, ante todo, llamar la atención hacia la urgencia de promover las que podemos llamar "actitudes vocacionales de fondo", que originan una auténtica "cultura vocacional". Esas actitudes son: la formación de las conciencias, la sensibilidad ante los valores espirituales y morales, la promoción y defensa de los ideales de la fraternidad humana, del carácter sagrado de la vida humana, de la solidaridad social y del orden civil. Se trata de lograr una cultura que permita al hombre moderno volverse a encontrar a sí mismo, recuperando los valores superiores de amor, amistad, oración y contemplación. Este mundo, atormentado por transformaciones a menudo lacerantes, necesita más que nunca el testimonio de hombres y mujeres de buena voluntad y, especialmente, de vidas consagradas a los más altos y sagrados valores espirituales, a fin de que a nuestro tiempo no le falte la luz de las más elevadas conquistas del espíritu.
Hoy está muy extendida una cultura que induce a los jóvenes a contentarse con proyectos modestos, que están muy por debajo de sus posibilidades. Pero todos sabemos que, en realidad, en su corazón existe inquietud e insatisfacción ante conquistas efímeras; que existe en ellos el deseo de crecer en la verdad, en la autenticidad y en la bondad; que están a la escucha de una voz que los llame por su nombre. Esta inquietud, por otra parte, es precisamente la señal de la necesidad inalienable de la cultura del espíritu. La pastoral de las vocaciones hoy ha alcanzado tal dimensión histórico-cultural que no sólo pone de manifiesto la crisis, sino también el resurgir de las vocaciones. Es necesario, por tanto, promover una cultura vocacional que sepa reconocer y acoger aquella aspiración profunda del hombre, que lo lleva a descubrir que sólo Cristo puede decirle toda la verdad sobre su vida.
Esta cultura de la vocación constituye el fundamento de la cultura de la vida nueva, que es vida de agradecimiento y gratuidad, de confianza y responsabilidad; en el fondo, es cultura del deseo de Dios, que da la gracia de apreciar al hombre por sí mismo, y de reivindicar constantemente su dignidad frente a todo lo que puede oprimirlo en el cuerpo y en el espíritu (S. S., 1992).

Ahora vamos hacia las consideraciones

En la actualidad, parece que ya no nos podemos dar el lujo de desperdiciar el tiempo valioso que tenemos ante los jóvenes que expresan su interés en nuestra vocación, sería una lástima por ejemplo, que el “atractivo” de las reuniones de los grupos vocacionales, pudieran ser los “refrigerios y juegos” y no tengo nada en contra de ellos, sin embargo hoy en día, el joven valora más que nunca nuestro diálogo, nuestra reflexión y nuestra presencia efectiva con él (primera consideración).

Incluso dada la concientización que tienen nuestros jóvenes, por los mismos procesos que nosotros hemos favorecido en su educación y formación, más lo que el mundo globalizado le ha dado, sobre sus conocimientos y sobre sus personas, invita a que seamos respetuosos con sus inquietudes (segunda consideración) y aunado a lo anterior, algo que no es nuevo es… “escuchar” y que esa escucha que hagamos del joven, sea una escucha de lo que el joven quiere decir (tercera consideración) y no tanto de lo que nosotros querramos escuchar, porque dependiendo del tipo de escucha que elijamos, podrá el primero, sincerar, transparentar y promover la confianza en nosotros, o el segundo, podrá entorpecer, viciar o romper la confianza del joven en nosotros como sus acompañantes.

Una última consideración, es la libertad (cuarta consideración), porque si dejamos que el joven sea libre en su decisión y en su discernimiento, estaremos propiciando por un lado, sentimientos de identificación y de confianza de los jóvenes en nuestro estilo de vida y por otro lado, a que el joven llegue a emprendimientos audaces, como la toma de decisión de vivir desde mucho antes nuestro estilo de vida.

Parece que el modo de “tocar las mentes y los corazones” de los jóvenes bajo las consideraciones anteriores, invita a reelaborar en ideas simples nuestro “Ser Religioso(a)”, de este modo, podremos conducir la comprensión de nuestra vocación, en una época en la que no es fácil entender y atender a los jóvenes.

En definitiva, llevar estas consideraciones a la práctica quizá no son del todo sencillas, sin embargo, tengo la confianza de que en la medida, en que nos conozcamos a nosotros mismos y en la medida en que pongamos nuestra confianza en Dios, llegaremos a ser acertados “pastores” de nuestros jóvenes.
Para concluir, me permito reproducir la oración que el mismo Juan Pablo II utilizó en la que fue la XXX Jornada de oración por las vocaciones (S. S., 1992):

Señor Jesucristo, Pastor bueno de nuestras almas, tú que conoces a tus ovejas y sabes cómo llegar al corazón del hombre, abre la mente y el corazón de los jóvenes, que buscan y esperan una palabra de verdad para su vida; hazles sentir que sólo en el misterio de tu encarnación pueden encontrar plena luz; da valor a los que saben dónde encontrar la verdad, pero temen que tu llamada sea demasiado exigente; sacude el alma de los jóvenes que quisieran seguirte, pero no saben vencer las dudas y los miedos, y acaban por escuchar otras voces y seguir otros callejones sin salida.
Tú, que eres la Palabra del Padre, Palabra que crea y salva, Palabra que ilumina y sostiene los corazones, vence con tu Espíritu las resistencias y vacilaciones de los espíritus indecisos; suscita en aquellos a quienes llamas valor para dar la respuesta de amor: "¡Heme aquí, envíame!" (Is 6, 8).
Virgen María, joven hija de Israel, ayuda con tu amor maternal a los jóvenes a quienes el Padre dirige su Palabra; sostén a los que ya están consagrados. Que repitan, como tú, el sí de una entrega gozosa e irrevocable. Amén.

Bibliography:


S. S., J. P. (1992, Septiembre 8). Mensaje del Santo Padre Juan Pablo II para la XXX Jornada Mundial de oración por las vocaciones. Retrieved Enero 10, 2013, from Vaticano: http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/messages/vocations/documents/hf_jp-ii_mes_08091992_world-day-for-vocations_sp.html




Fraternalmente en De La Salle,



Javier Balán, fsc





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